Más Médicos para Chile
Chile enfrenta una grave escasez estructural de médicos, lo cual se refleja diariamente en la vida de millones de personas. Según datos de la OCDE, nuestro país cuenta con aproximadamente 2,7 médicos por cada 1.000 habitantes, mientras que el promedio de los países desarrollados es de 3,7. Países como Alemania, España y Estados Unidos superan ampliamente este indicador, alcanzando los 4,5 médicos por mil habitantes.
Esta insuficiencia de personal médico en Chile tiene consecuencias directas: largas listas de espera, demoras en la atención de especialidades, colapso de urgencias y sobrecarga laboral en el personal sanitario. Aunque se han incrementado los presupuestos en salud y se han mejorado los equipos tecnológicos, sin un número adecuado de médicos, el sistema simplemente no puede responder a las necesidades actuales ni futuras de nuestra población.
El problema no radica en la falta de talento o vocación de los jóvenes chilenos. Lo que falta es una política pública decidida, liderada por el Estado, que asegure la formación de médicos suficientes para las próximas décadas. Es hora de cambiar la lógica de importar médicos sin control, muchos de ellos provenientes de universidades sin estándares de calidad comparables, y de avanzar hacia un modelo soberano, eficiente y responsable de formación nacional de médicos.
Actualmente, las 22 facultades de Medicina acreditadas en Chile que representan el 62% ofrecen cerca de 2.654 cupos anuales. Proponemos que el Estado instruya y financie un plan nacional para duplicar estos cupos a 5.308 desde el año 2027, mediante recursos directos para infraestructura, contratación académica y habilitación de campos clínicos. Esta medida no requiere crear nuevas carreras, sino fortalecer las existentes.
El Estado debe generar una política clara que facilite mediante incentivos y exigencias normativas, que las Universidades existentes que hoy no dictan Medicina, es decir el 38% restante, se preparen para impartir la carrera a contar del año 2029, especialmente instituciones regionales y estatales. Con ello, se puede aumentar nuevamente la matrícula a 7.325 estudiantes de primer año en 2029, con presencia territorial en zonas que carecen de formación médica.
En Chile la carrera de Medicina dura 7 años, mientras que en países como Alemania, Francia, Italia y Estados Unidos la duración estándar es de 6 años. Con una reforma curricular bien diseñada, que incorpore prácticas integradas, formación clínica desde los primeros años y evaluación por competencias, Chile puede formar médicos en 6 años sin sacrificar calidad, ganando un año por generación.
Siguiendo el modelo estadounidense, proponemos que profesionales del área de la salud, como enfermeras, matronas, kinesiólogos, tecnólogos médicos, TENS, entre otros, puedan postular a Medicina a través de una vía especial de admisión que evalúe sus competencias, trayectoria, carta de intención y cartas de recomendación. Estos profesionales podrían ingresar directamente a tercer año, ocupando hasta el 25 % de los cupos totales. Esta medida permite aprovechar talento ya formado, reducir el tiempo de formación y aumentar la eficiencia del sistema.
Reconocemos el aporte de muchos médicos extranjeros, pero Chile no puede seguir incorporando sin control a profesionales de universidades sin acreditación internacional sólida. Por eso, proponemos que todo médico extranjero que desee ejercer en Chile deba rendir una prueba nacional de conocimientos médicos y cumplir un año de nivelación clínica obligatoria en un hospital público, bajo la tutela de un médico chileno acreditado. Solo así se asegura un estándar mínimo y parejo para todos quienes atienden a nuestra población.
Chile sí puede formar a sus propios médicos. Contamos con jóvenes capaces, universidades comprometidas y un sistema que puede reformarse. Esta propuesta, realista, ambiciosa y sostenible, permitirá que en 10 años Chile forme más de 60.000 nuevos médicos nacionales, lo que mejorará significativamente la cobertura, oportunidad y calidad de la atención en salud.
Con decisión política, financiamiento focalizado y estándares de calidad, podemos resolver el problema estructural de la escasez médica sin sacrificar la excelencia. Es hora de que la salud pública tenga una base profesional sólida, nacional y soberana.